domingo, 24 de octubre de 2010

La experiencia de escribir en un Diario de los Viajes


Hace dos noches llegó a mis manos el Diario de los Viajes fabricado por el maestro encuadernador Luis Montero, del taller de encuadernación Rochwinë Éohwinë. Hace unos meses escribí un artículo sobre su trabajo, movida por el asombro de ver estas hermosas réplicas de libros medievales. La bibliófila que hay en mí saltó de inmediato, con el deseo de acariciar alguno de estos bellísimos libro-objeto. Hoy tengo (ostento, presumo…) uno de estos diarios en mi mesa, del que me costó despegarme para regresar al mundo digital a escribir este artículo.

Desde la primera impresión, deslumbra: el Diario de los Viajes viene cuidadosamente empacado en una caja profesionalmente diseñada con un gusto exquisito. Incluye un sobre lleno de sorpresas: un marcalibros perfecto, tarjetas postales, un certificado de autenticidad y hasta una guía de renglones para garantizar la escritura de páginas equilibradas y líneas uniformes. Mi caligrafía jamás ha sido especialmente bella, y solo ahora lo lamento: cuando se escribe en un diario como este, ya no solo se saborea la sonoridad de la palabra o la profundidad de sus contenidos, sino también la armonía del trazo mismo con que se va delineando cada letra. Me siento ante estas páginas en blanco exactamente igual que Miguel Ángel ante el bloque de mármol en donde él, y solo él, sabía que estaba contenido su David. Por primera vez en mi vida, no veo el vacío, sino los trazados no develados de una palabra futura ya escrita en estas páginas.

De ahora en adelante, mi corazón de escritora no podrá ser feliz con mis viejos diarios de páginas atadas por resortes o los cuadernos genéricos adquiridos en cualquier librería. Ya incluso estoy pensando en los diarios que tendré en el futuro. La ventaja es que para Rochwinë no hay libro soñado imposible. Uno puede pedir caprichos de todas clases y pronto los verá convertidos en ese libro hecho a la medida, seguramente mejorado con las propuestas de este maestro encuadernador que es también diseñador, arquero y artista.

Si este le ha parecido a usted, lector, un artículo publicitario, le ruego considerarlo un accidente. Me mueve el entusiasmo derivado de la experiencia inigualable de escribir como se debe escribir: con pluma, en hojas resistentes a la tinta, encuadernadas en cuero suave al tacto, con hermosos diseños repujados. Las computadoras son para transcribir, reordenar, corregir, editar…, pero los diarios son para escribir.




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